A ambas márgenes del Manzanares, a partir del número 60 de las calles Aniceto Marinas y Ribera del Manzanares, se puede observar a medida que se avanza la presencia de unos elementos que parecen sacados de contexto: se trata de seis grandes columnas jónicas que, enfrentadas de a dos a ambos lados del río, acompañan el paseo por sus bordes oeste, sur y suroeste entre Legazpi y el nudo sur.
A pesar de lo que pudiera parecer por su aspecto, estas columnas no son más antiguas que, por ejemplo, el templete que Antonio Palacios diseñó para la estación de Gran Vía: se construyeron en 1920 y su función tiene poco que ver con la de sujeción que normalmente caracteriza a estos elementos arquitectónicos.
En la web monumentamadrid.es, estas columnas jónicas están catalogadas bajo la etiqueta de «elemento de ornamentación». Su razón de ser, sin embargo, no responde a un homenaje al mundo clásico y sí a una solución estética y práctica: según recoge la página, «se levantaron en los años veinte del siglo pasado con el objeto de servir de respiraderos del colector que discurría en paralelo al río y fueron utilizados como elementos decorativos de la colonia del Manzanares».
Crédito editorial: Pedro Pineda
Las obras de canalización del Manzanares se desarrollaron entre 1914 y 1926, estrechando el cauce del río e instalando los mencionados colectores en las márgenes del río. Y para camuflarlos se construyeron estas columnas, que cumplen una doble función: sirven de respiradero para las aguas residuales y, al mismo tiempo, lo hacen tratando de embellecer el paisaje.
La huella de la Guerra Civil en las columnas
Crédito editorial: Pedro Pineda
Las columnas, de algo más de seis metros de altura y colocadas entre sí a una distancia de 300 metros, están construidas en hormigón armado coloreado en tonos rosados y se apoyan sobre una base circular de cemento blanco. Su apellido viene dado porque adoptan el aspecto de las columnas clásicas del orden jónico, con el capitel de volutas que lo caracteriza.
Por otro lado, estas columnas jónicas son también testimonio de la historia de Madrid: sobre el hormigón se pueden observar restos de metralla de la Guerra Civil. Y a día de hoy estas columnas-respiradero, junto a otra situada en el nudo sur de la M-30 –en dirección a la A-3–, siguen observando desde la misma posición que hace más de cien años el paso del tiempo.
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